La ira y su represión
Escrito por Miguel Quintana
«Si la sociedad está en peligro no es a causa de la agresividad del ser humano, sino de la represión de la agresividad individual» (Winnicott, 1981)
Cuando un niño/a está poniendo a prueba su existencia y la existencia de otro/a (normalmente a través de la relación con la madre), la agresividad del infante, que no es con intención de destruir, le sirve para asegurarse el amor. Pues la supervivencia de la madre a la agresividad del niño/a y su capacidad de reparación (la del niño/a), le va a permitir tolerar la ambivalencia y conocer el potencial de su propia agresión y contenerla. El problema no está en la rabia/ira/agresividad o en su expresión. Pues ésta transforma el impulso agresivo primario, algo natural y positivo de cara a reconocer a un otro, en agresión reactiva, fundamental para el autocuidado y el establecimiento de límites sanos.
El problema está cuando la sociedad nos enjuicia si estamos enfadados o iracundos, aún cuando tenemos motivos para ello (que siempre los tenemos pues la rabia/ira nace de una visión subjetiva de la realidad donde la persona interpreta que la están atacando de algún modo).
En vez de intentar reprimir la emoción, vamos a aprender a navegarla e integrarla en nuestra experiencia. No hacerlo puede tener repercusiones desagradables como explosiones de rabia incontenible, o problemas psicosomáticos (dolor de cabeza, dolor de garganta, problemas intestinales, infecciones de orina, etc.).